Tras las noticias sobre las cancelaciones de contratos y el posterior acuerdo con el Gobierno, INVAP instalará un nuevo Radar Primario 3D de Largo Alcance en Villaguay, Entre Ríos. Cuáles son los proyectos de radarización que lleva adelante la empresa rionegrina en territorio argentino, qué desafíos implica desarrollar una tecnología sensible y cuál es su potencial de exportación a otros países.
Por Matías Alonso
Agencia TSS – En el año 2005, la empresa INVAP comenzó el desarrollo del primer modelo del Radar Primario 3D de Largo Alcance (RP3DLAP), que tiene capacidad para identificar la ubicación y altura de una objeto en el cielo con un alcance de 400 kilómetros y hasta 30.000 metros de altura.
Dos años después, la firma rionegrina suscribió un contrato con la Dirección General de Fabricaciones Militares para el diseño, construcción, puesta en servicio y homologación de un prototipo.
Posteriormente, se firmarían dos contratos con el Gobierno para la provisión de 12 de estos equipos para la radarización del territorio argentino, unos de los cuales está próximo a ser instalado en Villaguay, Entre Ríos.
La empresa provincial con sede en Bariloche se ha caracterizado por saber aprovechar las capacidades generadas en tecnologías de alta complejidad para incursionar en nuevos sectores.
Así como la investigación y producción en el área nuclear le permitió saltar al campo satelital, el caso de los radares también responde a este patrón, ya que el desarrollo de tecnologías de radar para el proyecto SAOCOM le permitió su incursión en el ámbito de los radares terrestres.
Diversos proyectos cancelados por parte del Gobierno, entre ellos el satélite Arsat-3 y el proyecto SARA, sumado a una deuda que el Estado mantiene con la empresa por alrededor de 800 millones de pesos, derivaron recientemente en una renegociación entre el Estado y las autoridades de INVAP, tras una crisis interna que incluyó despidos y el pago de salarios en cuotas.
En este marco de ajuste y desinversión en el área de ciencia y tecnología por parte del Gobierno, los diversos proyectos de radarización, como los de largo alcance y los metereológicos, siguen vigentes.
El RP3DLAP es un radar de diseño nacional en el que alrededor del 80% de sus componentes pueden ser fabricados localmente y es el primero del segundo contrato por seis radares firmado en el año 2007 por INVAP con la Dirección de Fabricaciones Militares.
Actualmente, toda la frontera norte está radarizada –desde Salta hasta Posadas–, así como también la zona metropolitana. El proyecto se había iniciado en 2005 a partir de la necesidad de mejorar el control sobre el espacio aéreo nacional y evitar el ingreso de vuelos ilegales.
Un radar primario es un radar de uso militar que, a diferencia de los radares de tráfico aéreo comercial, no cuentan con la voluntad del piloto para detectar el objetivo.
Además, está preparado para contrarrestar dispositivos electrónicos diseñados para intentar “engañar” al radar. Dario Giussi, gerente del área de Seguridad, Defensa y Gobierno de INVAP, respondió a las preguntas de TSS sobre las características de estos radares, sobre qué significa encarar la producción de una tecnología considerada “sensible” a nivel mundial y acerca del estado de los contratos con el Gobierno en el área de radares.
“Demostramos que se puede generar tecnología de punta y crítica, que normalmente no se transfiere de manera comercial por su sensibilidad y valor estratégico”, dijo.
¿Cuál es la importancia de un radar 3D y por qué llega hasta los 30.000 metros de altura cuando los aviones suelen volar mucho más bajo?
Los radares 2D proporcionan la distancia y el ángulo horizontal entre el blanco y el radar. En cambio, los de tipo 3D agregan a esa información la altura de la aeronave en todo momento, con lo que queda perfectamente determinada la posición.
Los 100.000 pies –alrededor de 30.000 metros– son un estándar de techo de cobertura para radares de vigilancia del espacio aéreo. Hay que tener en cuenta que el radar no detecta solo aviones, sino cualquier tipo de objeto que pueda volar a alturas mayores.
En realidad, la altura de lo que se cubre se puede modificar, justamente por la tecnología de barrido electrónico que usa el radar. De hecho, en la actualidad, para algunas amenazas importan más los vuelos bajos que los muy altos.
¿Se puede trasladar o es un radar fijo?
El RP3DLA, por sus dimensiones, es un radar orientado principalmente a uso fijo, aunque también se lo puede trasladar y reubicar para operar sobre sitios semi preparados.
¿Además de aumentar la cantidad de radares en el país, que mejoras ofrecen estos radares con respecto a los que se venían usando desde hace mucho tiempo, como los Westinghouse TPS 43 de la Fuerza Aérea Argentina?
El radar que hemos desarrollado es de antena activa y barrido electrónico, con lo que la generación de la señal y el procesamiento son digitales. Esto le da mejores prestaciones y mayor tolerancia a fallas.
También tiene sistemas muy avanzados para prevenir que sea interferido o confundido. Con respecto al TPS original, las diferencias son grandes porque son sistemas de distintas épocas, pero INVAP también está trabajando en la modernización de estos radares, mejorando sus capacidades de procesamiento, operación remota y prolongando así su vida útil.
¿Cómo se vincula este proyecto con los radares meteorológicos, secundarios y de alcance medio también desarrollados por INVAP?
Son todos radares y tienen mucha tecnología en común, pero cada uno está orientado a un uso específico. Por ejemplo, el Radar Secundario Monopulso Argentino (RSMA) es un radar de tránsito aéreo colaborativo, el Radar Meteorológico Argentino (RMA) es un radar para alerta y detección de fenómenos severos de clima, y el Radar de Alcance Medio Experimental (RAME) es una versión de alcance medio del RP3DLA.
De este último, estamos haciendo una segunda generación con mayor capacidad de despliegue (RAM2), que se usará desde la Cumbre del G-20 (que se realizará en noviembre próximo, en Buenos Aires) en adelante. Desde el punto de vista del desarrollo, la relación es total, es un proceso encadenado y que lleva casi dos décadas.
Demostramos que se puede generar tecnología de punta, tecnología crítica, que normalmente no se transfiere de manera comercial por su sensibilidad y valor estratégico. Y que podemos diseñar, producir, mantener y sostener todo el ciclo de vida de sistemas que cubren las necesidades en los ámbitos de defensa y seguridad, aeronavegación, sensado meteorológico y de ambiente, entre otros.
Todo eso nos permitió generar una masa crítica de personas y organizaciones con conocimiento técnico y del dominio de las aplicaciones. Es una inversión muy importante que se ha hecho y un capital humano muy valioso, en términos soberanos, que resulta clave seguir desarrollando.
Hasta hace unos años, estos temas casi no tenían presencia en el ámbito científico-académico ni en empresas, muchas de ellas pymes, que hoy participan de la producción de estas tecnologías.
¿Cuantas pymes han trabajado en los proyectos de radares?
En total, quizás el número anda por las 500 empresas, aunque unas 50 lo han hecho de manera más significativa. En todos los casos, tratamos de desarrollar a los proveedores y los ayudamos a reforzar sus capacidades, procesos y sus políticas de calidad en los casos en que resulta necesario.
Durante el desarrollo de estos proyectos también hubo mucha participación del Ministerio de Defensa, así como de Fabricaciones Militares y FADEA.
En el marco de contratos que han sido dados de baja por parte del Gobierno, ¿sigue en pie la provisión de los 12 radares?
Sí, sigue en pie. En realidad, son dos contratos, el primero de seis radares está terminando y están todos los sistemas producidos. Resta la instalación en sitio de tres que ya están terminados.
Uno es el de Villaguay, que junto con otro más se instalarán este año y el último será en 2019. El segundo contrato, por otros seis, está en curso. Los dos primeros se instalarán durante el año que viene.
¿Podrían ser exportados?
Estos radares, como los otros que hemos desarrollado, cumplen con los requisitos técnicos y normas que son exigidas a nivel internacional. No obstante, en los radares militares, por razones obvias, no hay un organismo internacional que certifique ni una fuente de normativa como lo es la Organización de la Aviación Civil en el caso de los radares de tránsito aéreo.
Lo que hay son estándares técnicos y la experiencia. La mejor certificación es siempre el uso, la prueba en campo que tiene y la opinión de los usuarios. En estas tecnologías críticas es muy difícil, casi imposible, venderle a otro país algo que no se use donde se lo ha desarrollado.
Por eso, a partir del uso del RPA3DLA, hemos recibido muestras de interés de varios países con los que estamos conversando. En la venta internacional de este tipo de artefactos aparecen factores financieros y geopolíticos que suelen pesar tanto o más que el propio producto. En general, se exporta en el marco de un acuerdo entre países y la financiación es clave.