Rodolfo Walsh fue escritor, traductor, periodista, intelectual y militante peronista.
El 24 de marzo de 1977, al cumplirse un año de la Dictadura Cívica-Mediática-Militar en el poder, Rofolfo Walsh difundió su Carta Abierta a la Junta Militar, donde el periodista denunció las consecuencias políticas, económicas y sociales que produjo ese golpe de estado.
El 25 de marzo, un día después de difundir la Carta Abierta, Rodolfo Walsh fue emboscado y fusilado en el cruce de las avenidas San Juan y Entre Ríos, Capital Federal, por un grupo de militares que luego hizo desaparecer su cuerpo.
En el juicio de la Causa ESMA llevado adelante por el Tribunal Oral 5° donde se juzgaron multiplicidad de secuestros, torturas, homicidios y hasta apoderamiento de bienes, quedó probado que Walsh fue asesinado por un Grupo de Tareas de la dictadura.
Por el asesinato y desaparición de Rodolfo Walsh y otros crímenes de Lesa Humanidad, fueron condenados a prisión perpetua e inhabilitación absoluta y perpetua, Alfredo Ignacio Astiz, Jorge Eduardo Acosta, Ricardo Miguel Cavallo, Antonio Pernías, Raúl Enrique Scheller, Jorge Carlos Radice, Adolfo Miguel Donda, Alberto Eduardo González, Néstor Omar Savio y Ernesto Frimón Weber entre otros.
En el mismo día que Rodolfo Walsh fue asesinado, se celebra el Día del Trabajador de Prensa, tras establecerse en 1944 el Estatuto del Periodista Profesional de la Argentina (Ley 12.908).
En homenaje a su trabajo como periodista y militante compartimos completa la Carta de un escritor de la Junta Militar:
1. La censura de prensa, la persecución a intelectuales, el allanamiento
de mi casa en el Tigre, el asesinato de amigos queridos y la pérdida de una
hija que murió combatiéndolos, son algunos de los hechos que me obligan
a esta forma de expresión clandestina después de haber opinado
libremente como escritor y periodista durante casi treinta años.
El primer aniversario de esta Junta Militar ha motivado un balance de la
acción de gobierno en documentos y discursos oficiales, donde lo que
ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son
crímenes y lo que omiten son calamidades.
El 24 de marzo de 1976 derrocaron ustedes a un gobierno del que
formaban parte, a cuyo desprestigio contribuyeron como ejecutores de su
política represiva, y cuyo término estaba señalado por elecciones
convocadas para nueve meses más tarde. En esa perspectiva lo que
ustedes liquidaron no fue el mandato transitorio de Isabel Martínez sino la
posibilidad de un proceso democrático donde el pueblo remediara males
que ustedes continuaron y agravaron.
Ilegítimo en su origen, el gobierno que ustedes ejercen pudo legitimarse
en los hechos recuperando el programa en que coincidieron en las
elecciones de 1973 el ochenta por ciento de los argentinos y que sigue en
pie como expresión objetiva de la voluntad del pueblo, único significado
posible de ese “ser nacional” que ustedes invocan tan a menudo.
Invirtiendo ese camino han restaurado ustedes la corriente de ideas e
intereses de minorías derrotadas que traban el desarrollo de las fuerzas
productivtas, explotan al pueblo y disgregan la Nación. Una política
semejante sólo puede imponerse transitoriamente prohibiendo los
partidos, interviniendo los sindicatos, amordazando la prensa e
implantando el terror más profundo que ha conocido la sociedad argentina.
2. Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos,
decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror.
Colmadas las cárceles ordinarias, crearon ustedes en las principales
guarniciones del país virtuales campos de concentración donde no entra
ningún juez, abogado, periodista, observador internacional. El secreto
militar de los procedimientos, invocado como necesidad de la
investigación, convierte a la mayoría de las detenciones en secuestros que
permiten la tortura sin límite y el fusilamiento sin juicio.
Más de siete mil recursos de hábeas corpus han sido contestados
negativamente este último año. En otros miles de casos de desaparición el
recurso ni siquiera se ha presentado porque se conoce de antemano su
inutilidad o porque no se encuentra abogado que ose presentarlo después
que los cincuenta o sesenta que lo hacían fueron a su turno secuestrados.
De este modo han despojado ustedes a la tortura de su límite en el
tiempo. Como el detenido no existe, no hay posibilidad de presentarlo al
juez en diez días según manda un ley que fue respetada aún en las
cumbres represivas de anteriores dictaduras.
La falta de límite en el tiempo ha sido complementada con la falta de
límite en los métodos, retrocediendo a épocas en que se operó
directamente sobre las articulaciones y las vísceras de las víctimas, ahora
con auxiliares quirúrgicos y farmacológicos de que no dispusieron los
antiguos verdugos. El potro, el torno, el despellejamiento en vida, la sierra
de los inquisidores medievales reaparecen en los testimonios junto con la
picana y el “submarino”, el soplete de las actualizaciones
contemporáneas.
Mediante sucesivas concesiones al supuesto de que el fin de exterminar a
la guerilla justifica todos los medios que usan, han llegado ustedes a la
tortura absoluta, intemporal, metafísica en la medida que el fin original de
obtener información se extravía en las mentes perturbadas que la
administran para ceder al impulso de machacar la sustancia humana hasta
quebrarla y hacerle perder la dignidad que perdió el verdugo, que ustedes
mismos han perdido.
3. La negativa de esa Junta a publicar los nombres de los prisioneros es
asimismo la cobertura de una sistemática ejecución de rehenes en lugares
descampados y horas de la madrugada con el pretexto de fraguados
combates e imaginarias tentativas de fuga.
Extremistas que panfletean el campo, pintan acequias o se amontonan de
a diez en vehículos que se incendian son los estereotipos de un libreto que
no está hecho para ser creído sino para burlar la reacción internacional
ante ejecuciones en regla mientras en lo interno se subraya el carácter de
represalias desatadas en los mismos lugares y en fecha inmediata a las
acciones guerrilleras.
Setenta fusilados tras la bomba en Seguridad Federal, 55 en respuesta a
la voladura del Departamento de Policía de La Plata, 30 por el atentado en
el Ministerio de Defensa, 40 en la Masacre del Año Nuevo que siguió a la
muerte del coronel Castellanos, 19 tras la explosión que destruyó la
comisaría de Ciudadela forman parte de 1.200 ejecuciones en 300
supuestos combates donde el oponente no tuvo heridos y las fuerzas a su
mando no tuvieron muertos.
Depositarios de una culpa colectiva abolida en las normas civilizadas de
justicia,incapaces de influir en la política que dicta los hechos por los
cuales son represaliados, muchos de esos rehenes son delegados
sindicales, intelectuales, familiares de guerrilleros, opositores no armados,
simples sospechosos a los que se mata para equilibrar la balanza de las
bajas según la doctrina extranjera de “cuenta-cadáveres” que usaron los
SS en los países ocupados y los invasores en Vietnam.
El remate de guerrilleros heridos o capturados en combates reales es
asimismo una evidencia que surge de los comunicados militares que en un
año atribuyeron a la guerrilla 600 muertos y sólo 10 ó 15 heridos, proporción desconocida en los más encarnizados conflictos.
Esta impresión es confirmada por un muestreo periodístico de circulación clandestina que
revela que entre el 18 de diciembre de 1976 y el 3 de febrero de 1977, en
40 acciones reales, las fuerzas legales tuvieron 23 muertos y 40 heridos, y
la guerrilla 63 muertos.
Más de cien procesados han sido igualmente abatidos en tentativas de
fuga cuyo relato oficial tampoco está destinado a que alguien lo crea sino a
prevenir a la guerrilla y Ios partidos de que aún los presos reconocidos son
la reserva estratégica de las represalias de que disponen los Comandantes
de Cuerpo según la marcha de los combates, la conveniencia didáctica o el
humor del momento.
Así ha ganado sus laureles el general Benjamín Menéndez, jefe del Tercer
Cuerpo de Ejército, antes del 24 de marzo con el asesinato de Marcos
Osatinsky, detenido en Córdoba, después con la muerte de Hugo Vaca
Narvaja y otros cincuenta prisioneros en variadas aplicaciones de la ley de
fuga ejecutadas sin piedad y narradas sin pudor.
El asesinato de Dardo Cabo, detenido en abril de 1975, fusilado el 6 de
enero de 1977 con otros siete prisioneros en jurisdicción del Primer Cuerpo
de Ejército que manda el general Suárez Masson, revela que estos
episodios no son desbordes de algunos centuriones alucinados sino la
política misma que ustedes planifican en sus estados mayores, discuten en
sus reuniones de gabinete, imponen como comandantes en jefe de las 3
Armas y aprueban como miembros de la Junta de Gobierno.
4. Entre mil quinientas y tres mil personas han sido masacradas en
secreto después que ustedes prohibieron informar sobre hallazgos de
cadáveres que en algunos casos han trascendido, sin embargo, por afectar
a otros países, por su magnitud genocida o por el espanto provocado entre
sus propias fuerzas.
Veinticinco cuerpos mutilados afloraron entre marzo y octubre de 1976
en las costas uruguayas, pequeña parte quizás del cargamento de
torturados hasta la muerte en la Escuela de Mecánica de la Armada,
fondeados en el Río de la Plata por buques de esa fuerza, incluyendo el
chico de 15 años, Floreal Avellaneda, atado de pies y manos, “con
lastimaduras en la región anal y fracturas visibles” según su autopsia.
Un verdadero cementerio lacustre descubrió en agosto de 1976 un vecino
que buceaba en el Lago San Roque de Córdoba, acudió a la comisaría
donde no le recibieron la denuncia y escribió a los diarios que no la
publicaron.
Treinta y cuatro cadáveres en Buenos Aires entre el 3 y el 9 de abril de
1976, ocho en San Telmo el 4 de julio, diez en el Río Luján el 9 de octubre,
sirven de marco a las masacres del 20 de agosto que apilaron 30 muertos a 15 kilómetros de Campo de Mayo y 17 en Lomas de Zamora.
En esos enunciados se agota la ficción de bandas de derecha, presuntas
herederas de las 3 A de López Rega, capaces dc atravesar la mayor
guarnición del país en camiones militares, de alfombrar de muertos el Río
de la Plata o de arrojar prisioneros al mar desde los transportes de la
Primera Brigada Aérea 7, sin que se enteren el general Videla, el almirante
Massera o el brigadier Agosti. Las 3 A son hoy las 3 Armas, y la Junta que
ustedes presiden no es el fiel de la balanza entre “violencias de distintos
signos” ni el árbitro justo entre “dos terrorismos”, sino la fuente misma
del terror que ha perdido el rumbo y sólo puede balbucear el discurso de la
muerte.
La misma continuidad histórica liga el asesinato del general Carlos Prats,
durante el anterior gobierno, con el secuestro y muerte del general Juan
José Torres, Zelmar Michelini, Héctor Gutiérrez Ruíz y decenas de asilados
en quienes se ha querido asesinar la posibilidad de procesos democráticos
en Chile, Boliva y Uruguay.
La segura participación en esos crímenes del Departamento de Asuntos
Extranjeros de la Policía Federal, conducido por oficiales becados de la CIA
a través de la AID, como los comisarios Juan Gattei y Antonio Gettor,
sometidos ellos mismos a la autoridad de Mr. Gardener Hathaway, Station
Chief de la CIA en Argentina, es semillero de futuras revelaciones como las
que hoy sacuden a la comunidad internacional que no han de agotarse
siquiera cuando se esclarezcan el papel de esa agencia y de altos jefes del
Ejército, encabezados por el general Menéndez, en la creación de la Logia
Libertadores de América, que reemplazó a las 3 A hasta que su papel
global fue asumido por esa Junta en nombre de las 3 Armas.
Este cuadro de exterminio no excluye siquiera el arreglo personal de
cuentas como el asesinato del capitán Horacio Gándara, quien desde hace
una década investigaba los negociados de altos jefes de la Marina, o del
periodista de “Prensa Libre” Horacio Novillo apuñalado y calcinado,
después que ese diario denunció las conexiones del ministro Martínez de
Hoz con monopolios internacionales.
A la luz de estos episodios cobra su significado final la definición de la
guerra pronunciada por uno de sus jefes: “La lucha que libramos no
reconoce límites morales ni naturales, se realiza más allá del bien y del
mal”.
5. Estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son
sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino
ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes
incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a
millones de seres humanos con la miseria planificada.
En un año han reducido ustedes el salario real de los trabajadores al
40%, disminuido su participación en el ingreso nacional al 30%, elevado
de 6 a 18 horas la jornada de labor que necesita un obrero para pagar la
canasta familiar, resucitando así formas de trabajo forzado que no
persisten ni en los últimos reductos coloniales.
Congelando salarios a culatazos mientras los precios suben en las puntas
de las bayonetas, aboliendo toda forma de reclamación colectiva,
prohibiendo asambleas y comisioncs internas, alargando horarios,
elevando la desocupación al récord del 9%12 prometiendo aumentarla con
300.000 nuevos despidos, han retrotraído las relaciones de producción a
los comienzos de la era industrial, y cuando los trabajadores han querido
protestar los han calificados de subversivos, secuestrando cuerpos enteros
de delegados que en algunos casos aparecieron muertos, y en otros no
aparecieron.
Los resultados de esa política han sido fulminantes. En este primer año
de gobierno el consumo de alimentos ha disminuido el 40%, el de ropa
más del 50%, el de medicinas ha desaparecido prácticamente en las capas
populares. Ya hay zonas del Gran Buenos Aires donde la mortalidad infantil
supera el 30%, cifra que nos iguala con Rhodesia, Dahomey o las
Guayanas; enfermedades como la diarrea estival, las parasitosis y hasta la
rabia en que las cifras trepan hacia marcas mundiales o las superan. Como
si esas fueran metas deseadas y buscadas, han reducido ustedes el
presupuesto de la salud pública a menos de un tercio de los gastos
militares, suprimiendo hasta los hospitales gratuitos mientras centenares
de médicos, profesionales y técnicos se suman al éxodo provocado por el
terror, los bajos sueldos o la “racionalización”.
Basta andar unas horas por el Gran Buenos Aires para comprobar la
rapidez con que semejante política la convirtió en una villa miseria de diez
millones de habitantes. Ciudades a media luz, barrios enteros sin agua
porque las industrias monopólicas saquean las napas subtérráneas,
millares de cuadras convertidas en un solo bache porque ustedes sólo
pavimentan los barrios militares y adornan la Plaza de Mayo , el río más
grande del mundo contaminado en todas sus playas porque los socios del
ministro Martínez de Hoz arrojan en él sus residuos industriales, y la única
medida de gobierno que ustedes han tomado es prohibir a la gente que se
bañe.
Tampoco en las metas abstractas de la economía, a las que suelen llamar
“el país”, han sido ustedes más afortutunados. Un descenso del producto
bruto que orilla el 3%, una deuda exterior que alcanza a 600 dólares por
habitante, una inflación anual del 400%, un aumento del circulante que en
solo una semana de diciembre llegó al 9%, una baja del 13% en la
inversión externa constituyen también marcas mundiales, raro fruto de la
fría deliberación y la cruda inepcia.
Mientras todas las funciones creadoras y protectoras del Estado se
atrofian hasta disolverse en la pura anemia, una sola crece y se vuelve
autónoma. Mil ochocientos millones de dólares que equivalen a la mitad de
las exportaciones argentinas presupuestados para Seguridad y Defensa en
1977, cuatro mil nuevas plazas de agentes en la Policía Federal, doce mil
en la provincia de Buenos Aires con sueldos que duplican el de un obrero
industrial y triplican el de un director de escuela, mientras en secreto se
elevan los propios sueldos militares a partir de febrero en un 120%,
prueban que no hay congelación ni desocupación en el reino de la tortura y
de la muerte, único campo de la actividad argentina donde el producto
crece y donde la cotización por guerrillero abatido sube más rápido que el
dólar.
Dictada por el Fondo Monetario Internacional según una receta que se
aplica indistintamente al Zaire o a Chile, a Uruguay o Indonesia, la política
económica de esa Junta sólo reconoce como beneficiarios a la vieja
oligarquía ganadera, la nueva oligarquía especuladora y un grupo selecto
de monopolios internacionales encabezados por la ITT, la Esso, las
automotrices, la U.S.Steel, la Siemens, al que están ligados personalmente
el ministro Martínez de Hoz y todos los miembros de su gabinete.
Un aumento del 722% en los precios de la producción animal en 1976
define la magnitud de la restauración oligárquica emprendida por Martínez
de Hoz en consonancia con el credo de la Sociedad Rural expuesto por su
presidente Celedonio Pereda: “Llena de asombro que ciertos grupos
pequeños pero activos sigan insistiendo en que los alimentos deben ser
baratos”.
El espectáculo de una Bolsa de Comercio donde en una semana ha sido
posible para algunos ganar sin trabajar el cien y el doscientos por ciento,
donde hay empresas que de la noche a la mañana duplicaron su capital sin
producir más que antes, la rueda loca de la especulación en dólares, letras,
valores ajustables, la usura simple que ya calcula el interés por hora, son
hechos bien curiosos bajo un gobierno que venía a acabar con el “festín de
los corruptos”.
Desnacionalizando bancos se ponen el ahorro y el crédito nacional en
manos de la banca extranjera, indemnizando a la ITT y a la Siemens se
premia a empresas que estafaron al Estado, devolviendo las bocas de
expendio se aumentan las ganancias de la Shell y la Esso, rebajando los
aranceles aduaneros se crean empleos en Hong Kong o Singapur y
desocupación en la Argentina. Frente al conjunto de esos hechos cabe
preguntarse quiénes son los apátridas de los comunicados oficiales, dónde
están los mercenarios al servicio de intereses foráneos, cuál es la ideología
que amenaza al ser nacional.
Si una propaganda abrumadora, reflejo deforme de hechos malvados no
pretendiera que esa Junta procura la paz, que el general Videla defiende
los derechos humanos o que el almirante Massera ama la vida, aún cabría
pedir a los señores Comandantes en Jefe de las 3 Armas que meditaran
sobre el abismo al que conducen al país tras la ilusión de ganar una guerra
que, aún si mataran al último guerrillero, no haría más que empezar bajo
nuevas formas, porque las causas que hace más de veinte años mueven la
resistencia del pueblo argentino no estarán desaparecidas sino agravadas
por el recuerdo del estrago causado y la revelación de las atrocidades
cometidas.
Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto
gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin
esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al
compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en
momentos difíciles.
Rodolfo Walsh. – C.I. 2845022
Buenos Aires, 24 de marzo de 1977